@leozuckermann
Los panistas están enojados, y algo de razón tienen para estarlo. Resulta que Enrique Peña Nieto hace propuestas para modernizar la economía y las políticas del país, mismas que ya fueron presentadas por el presidente Calderón y rechazadas por el PRI.
Así sucedió con la reforma petrolera que presentó el Ejecutivo al Congreso en 2008. Contemplaba la apertura de los capitales privados en ciertos negocios exclusivos de Pemex. Inmediatamente fue rechazada por el PRI. Algo similar ocurrió con la iniciativa de reforma política que mandó Calderón al Congreso en 2009 y que incluía la reducción en el número de diputados plurinominales de 200 a 100. El PRI nunca se atrevió a dictaminar dicha propuesta y aprobarla en el Legislativo. Con la novedad de que Peña Nieto, el que muy probablemente será el candidato presidencial del PRI, ahora propone exactamente estas dos reformas. Y los panistas, furiosos, se preguntan: ¿y por qué no las aprobaron los priistas cuando el Presidente las propuso?
De acuerdo al secretario del Trabajo, Javier Lozano, por mezquindad: “Mezquino es lanzar propuestas de cambio estructural mientras que, por otra vía, se hace todo por impedirlas en el Congreso”. El Presidente, por su parte, alerta sobre el “mexicanísimo problema” del “son de la negra”: “a todos diles que sí, pero no les digas cuándo”. En clara referencia a las propuestas de Peña, afirma que “no hay correspondencia entre las palabras y los hechos; o más específicamente, entre las propuestas y los votos en el Congreso”. El jefe del Ejecutivo se queja que “se ha llegado al extremo de presentar iniciativas de ley que, positivas para el desarrollo, a la hora de las decisiones ya presentadas, no son sostenidas”. En suma, define esta actitud como “una inconsistencia política”.
Es cierto: el PRI no apoyó dichas reformas cuando el Presidente las presentó, pero ahora Peña las propone en su plataforma en caso de ganar la Presidencia el año que entra. A lo mejor se trata de un caso de mezquindad y/o de inconsistencia política. Quizá. Pero también hay un asunto de racionalidad política que tiene que ver con los incentivos torcidos de nuestro sistema presidencial de gobierno.
Desde la oposición, al PRI no le convenía darle muchas reformas estructurales al gobierno panista por dos razones. Primero, porque si tenían éxito dichas reformas y la economía crecía más, pues eso incrementaba las posibilidades del PAN de volver a ganar la Presidencia en 2012. Y claramente esto no beneficiaba a los priistas. En segundo lugar, algunas de estas reformas afectarían a grupos de interés que son parte del PRI. ¿Por qué afectar dichos intereses siendo oposición? ¿Para darle una victoria al PAN?
En este sentido, el tricolor tenía pocos incentivos para pasar reformas —como la apertura de Pemex al capital privado o la reducción de diputados plurinominales— durante este sexenio. Algún priista lo dijo con cierta dosis de cinismo: “Las vamos a hacer cuando nosotros regresemos a Los Pinos”. Ya desde ahora las están comenzando a anunciar.
Pero, paradójicamente, si el PRI gana el año que entra la Presidencia, podría enfrentar una situación similar a la del gobierno panista actual, es decir, necesitar los votos de la oposición en el Congreso para pasar las reformas que están anunciado. El problema es que los panistas ahora serían los que no tendrían incentivos para cooperar con los priistas, aunque pensaran que las reformas beneficiarían al país. Y algún priista, enojado con esta situación de racionalidad política, bien podría salir a criticar a los panistas por mezquinos y/o inconsistentes.
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