Por Carlos Loret de Mola
No se sabe bien a bien cuántos muertos hay cada día, los reportes señalan que son muchos más de los que se reconocen oficialmente, muchos más de los que los colegas periodistas alcanzan a documentar. No se sabe quién los mata, ni cómo se llaman, quiénes son, a qué se dedicaban, si realmente tienen antecedentes penales. En Veracruz las cosas están peor de lo que se dice.
La descomposición comenzó desde el sexenio anterior, el del priista Fidel Herrera Beltrán: extorsiones, secuestros, dominio de plaza, control de policías a manos de los capos del crimen organizado fueron extendiéndose desde los límites estatales con Tamaulipas (en el Norte del Estado) hasta exhibirse en episodios de violencia en todas las regiones de Veracruz.
Aparentemente impulsada por el grupo delictivo de “Los Zetas” —por lo menos eso han divulgado consistentemente autoridades estatales y federales desde hace varios años—, la penetración del narcotráfico en territorio veracruzano ha generado una reacción del Gobierno de Felipe Calderón no vista antes este sexenio: bajo el mando de la Marina —con el “modelo-Marina” de combate al crimen organizado—, las fuerzas federales y estatales intentarán rescatar a la Entidad del control de los delincuentes.
El anuncio del “Operativo Veracruz Seguro” fue inusual también, pues contó con la presencia de los secretarios de Gobernación, Defensa Nacional, Marina y Seguridad Pública, la procuradora general de la República, la vocera de la Presidencia, y el gobernador de Veracruz.
Javier Duarte, el actual mandatario estatal, es reconocido por la Federación como uno de los que más y mejor cooperan en el combate al crimen, aunque las capacidades de su administración, confían algunas fuentes, no son las óptimas.
En distintas entrevistas ha insistido en convencer de que las cosas están “normales” en su Estado, que cualquiera puede ir a tomarse sin miedo un café a la legendaria “Parroquia”. Sin embargo, al mismo tiempo intenta maniobrar con reglas políticas que ya no son vigentes ni reales, que datan de una época de autoritarismo que luce vieja: opera para que se esconda la violenta realidad, no se hable de los muertos, obstaculiza la información, la restringe, desvía la atención, juega con filtraciones y dibuja frente a la crisis una estrategia que contrasta con su juventud —tiene 38 años—, su poder y su tiempo.
Lo que sólo sabremos con el paso de los meses, es si Veracruz habrá sido un laboratorio de una nueva estrategia, mucho más agresiva, de la guerra contra el crimen organizado, diseñada e impulsada por el actual Gobierno de Felipe Calderón.
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