Miércoles, 12 Octubre 2011 por Carlos Loret de Mola
El gobernador, mirada iracunda, cruzó a paso apresurado los 40 metros que separaban al podio de la zona reservada para los reporteros. Brincó los tres cercos de seguridad y “como si fuera un toro de lidia” —contó después un testigo— encaró y empujó a periodistas que cubrían el cierre de la Décima Reunión de Procuradores, con sede en Veracruz. La conferencia de prensa se tuvo que suspender por el altercado.
Al gobernador Javier Duarte le había salido todo mal y había perdido los estribos: quería demostrar que nada pasaba en su Estado y esa cumbre era una inmejorable oportunidad, pero dos días antes de la inauguración aparecieron 35 cadáveres regados en uno de los cruces viales más importantes de Boca del Río, y en plena jornada de arranque, 14 más.
El primer hallazgo los tomó por sorpresa. Nada pudieron hacer. Pero cuando recibieron información de los otros 14, el entonces procurador estatal, Reynaldo Escobar, dijo en secreto a sus invitados de más alto nivel que habían aparecido más cuerpos, pero que por favor no lo dijeran porque ya habían sido recogidos de las calles y estaban siendo distribuidos a las familias; que era una instrucción del “señor gobernador” no divulgar el hecho, a la que pedía se sumaran. Se topó con miradas de sorpresa, de mucha sorpresa. La “infidencia” costó el cargo a Escobar. Mientras eso sucedía, cinco reporteros que investigaban el asunto fueron detenidos y golpeados por agentes del Gobierno local.
La estrategia del priista Javier Duarte de Ochoa en Veracruz ha sido consistente: esconder la realidad violenta que sufre su Entidad. En privado —cuentan algunos de quienes lo han escuchado— dice que todos en su Estado son narcos: policías, funcionarios, periodistas. Reparte culpas y pide complicidad para no divulgar lo que sucede.
El 6 de octubre esta estrategia tuvo su más diáfana exhibición: desde antes de la hora de la comida, el Gobierno federal tuvo noticia de que otro grupo de cuerpos, más de 30, había aparecido en dos lugares de Veracruz-Boca del Río. El Gobierno de Duarte lo negó todo el día. Hasta boletín sacó en la tarde para argumentar que no estaba confirmado, que era una versión que circulaba en internet. En la noche, la Marina le derrumbó el cuento cuando confirmó que el hallazgo de cadáveres era verdad y que se había enterado ¡por la Policía estatal que estaba en las escenas del crimen! Casi a medianoche, la administración veracruzana aceptó que había mentido para no entorpecer la investigación. Luego cayó el procurador y generó una reacción casi unánime entre funcionarios federales: él no es el problema.
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