Denise Maerker: El Universal
“En la lucha contra los criminales todo se vale”. Es la máxima que parece estar ganando terreno en estos últimos tiempos. Será por desesperación, por miedo, no lo sé, pero es un hecho que cada vez más personas están dispuestas a que las autoridades, o quien sea, utilice todos los medios necesarios para acabar con este flagelo y más concretamente con estas personas.
El miércoles 21 de septiembre escuché de un hombre culto la expresión de: “¡35 menos!”, se refería, claro, a las 35 personas que fueron asesinadas y cuyos cuerpos fueron esparcidos a plena luz del día en un lugar céntrico de Boca del Río, Veracruz. La implicación era clara, puesto que las autoridades habían declarado el mismo día del hallazgo que se trataba de delincuentes, eran muertes que no había que lamentar ni ameritaban que se escarbara mucho investigando sus historias.
Los días pasan y seguimos sin saber quién mató a los 35, peor aún, desconocemos con certeza la identidad de los muertos. “Por razones de confidencialidad y del sigilo de las investigaciones”, me explicó ayer la vocera del gobierno de Veracruz. Mentira, la verdadera razón de por qué desconocemos con certeza sus identidades es porque ocurren en una sociedad aterrorizada en la que nadie se atreve, con fundadas razones, a hacer lo normal: ir al Semefo, ver quién reclama los cuerpos, entrevistar a los familiares, conocer sus historias. ¿Alguien ha visto al familiar de alguno de estos muertos? Y créame, por muy delincuentes que hubieran podido ser, tenían padres, hermanos y parejas.
Es fácil, o así parece, condenar a la muerte en abstracto a “los malos” cuando se ignora si se trataba de sicarios, narcomenudistas o soplones al servicio de los grupos delincuenciales de la zona. No importa, en la lógica de todo se vale, la pena de muerte es un buen castigo para todos.
Y la tolerancia hacia esas acciones ilegales pero que van “en el buen camino” continúan. Ayer la Marina presentó a 18 policías municipales que presuntamente trabajaban para los criminales y dejó a 19 libres “al no comprobarse vínculos con el cártel de Los Zetas”. Todos esos policías fueron capturados por los marinos desde el 30 de septiembre y sólo tres días después fueron puestos a disposición de un Ministerio Público. Es decir, ahora la Marina se puede quedar tres días con la gente que detiene y se pone a investigar quienes sí y quienes no son narcos. ¡Una minucia! dirán los que piden rigor.
El terror es una salida posible a la situación que vivimos, pero es una muy mala salida. Matar a todos los que están de cerca o de lejos en contacto con delincuentes y a los que se atreviesen en el camino acabaría sin duda imponiendo una situación de tranquilidad, ¿pero es esa la paz que queremos? ¿Estamos dispuestos a ceder nuestras libertades y la aspiración de vivir en una democracia por solucionar, sea como sea, esta crisis que atravesamos? La aniquilación indiscriminada de un grupo no puede ser el cimiento de una sociedad libre. Se trata sí de pensar en una solución pero no sólo para mañana sino para dentro de cinco, diez, 20 y 50 años.
Matar no es la opción porque genera más asesinos. Hacernos de la vista gorda cuando las autoridades violan la Constitución sólo garantiza que después de esta crisis tengamos que luchar durante años por liberarnos del yugo de nuestros libertadores.
No, no son 35 menos, son 35 familias más lastimadas, 35 vidas truncadas, 35 historias que desconocemos y que si ameritaban un castigo por sus actos seguro era diferenciado y no incluía ni la tortura, ni la muerte. No en la sociedad civilizada y con fuertes instituciones, que creo, todos queremos construir.
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