Más allá de la cuestión de saber si su analfabetismo literario le restará votos a Peña Nieto, el affaire que tuvo con los libros y la FIL deja dos lecciones inmediatas. Primero, que el humor sigue siendo quizá el único desquite que tienen los mexicanos contra una clase política inalcanzable, salvo para reírnos de ella cuando nos dan algún motivo. Y es que en materia de horas, luego del dislate de Peña Nieto, los cibernautas ya circulaban piezas muy ingeniosas.
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