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¿Y el cambio apá?

Por: Manuel García

No hay posibilidad de cambio mientras la sociedad sea hipócrita, mientras se atente contra el talento, la inteligencia y el esfuerzo. Es difícil que haya cambio cuando lo que impera es el chisme, la envidia, la mediocridad, la mentira.

Cuando un individuo desea hacer cambios sociales, lo más determinante será su empeño y la capacidad persuasiva sobre los demás, aunque no participen con el mismo entusiasmo. Es común que muchos hablen y critiquen, se quejen y sufran, pero muy pocos son los que actúan, los tontos son los que con una leve conciencia creen que hay que hacer que toda la gente crea y actúe a favor de la evolución, ingenuos o inmaduros quizás pero sobre todo estúpidos porque reinciden en el error. Los grandes cambios de la humanidad no lo han hecho los pueblos del mundo, los han generado un puñado de individuos determinados a construir una posibilidad diferente.

En una comunidad alguien crea una idea para la mejora social, lo habla con algunas personas y esa fuerza es capaz de incidir en la agenda de gobierno, en el orden urbano o ambiental, pero si se empieza a creer que es sólo a través de grandes convocatorias y movilizaciones como se alcanzará la mejora, difícilmente lo harán. Los gobiernos, la iglesia, siempre apuestan al desgaste de los movimientos y corrompen, siempre será más fácil disgregar asuntos con varias cabezas que un grupo compacto y unificado con ideas claras y principios superiores.

El que obstaculiza la evolución es el inmaduro, el ingenuo, el tonto, el mediocre, el simulador, el hipócrita, el corrupto, el dogmático, ellos son adiestrados por la escuela y la religión para ser corderos y no dudar, no cuestionar y mucho menos violentarse ante algo intolerable o al menos son domesticados para ser comparsa de los atropellos e injusticias. Desde la perspectiva del desarrollo del intelecto es claro que la violencia no lleva a la verdadera justicia pero tampoco su más honesta aliada que es la apatía, en la que caen las masas.

La apatía es una violencia a la que se le cuestiona reclamando pero a la que no se le analiza a profundidad porque ello llevaría al despertar de todos los huevones mentales y holgazanes de la vida. Los apáticos son los que se conforman, los que prefieren seguir arrastrándose con la falta de dignidad a levantar el puño, la voz y la mirada hacia lo que debe ser correcto en nuestra sociedad.

La humanidad ha sido desmantelada en su ética, en su moral, porque los que se creían dueños de ellas han preferido sacrificarlas a permitir la laicidad de ambos conceptos. Estamos en una época bien construida donde el pensamiento neoliberal se ha hecho dueño de las neuronas y billetes de los que ejercen el poder y de los que están dispuestos a someterse. Es tan enemigo del desarrollo el empresarios rapaz y explotador como su esclavo trabajador sin derechos y conformista, ambos hacen que el mecanismo funcione, por ello para romperlo no hay cabida para la convocatoria masiva porque lo que más hay son pobres.

Los movimientos como “indignados” crecen entre clases medias, no entre miserables, ya que ellos no tienen internet, libros o posibilidad de debate porque están primero que nada preocupados por sobrevivir y permanecen, como consecuencia de su bajo nivel educativo, en su cómoda mediocridad creyendo que el mundo es justo por gracia de dios. Para indignarse se debe tener dignidad y hay quienes ésa no la conocen.

gestmann@gmail.com

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