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El Cisne de Tuxpan reta al crimen organizado

Mussio Cárdenas Arellano
El Cisne de Tuxpan reta al crimen organizado
22 08 11

* “No temo a los capos”, dijo el alcalde de Tuxpan * Admite amenazas de policías vinculados con el narco * Combatir la inseguridad es OBLIGACION del gobernador Duarte, no favor a los veracruzanos * Campaña de aplausos y elogios * La Guachinanga y el robo hormiga en el Ayuntamiento * Víctor Kidnie y la candidatura de Beto Chagra

Algo extraño le dio a beber el alcalde de Tuxpan, Alberto Silva Ramos, al gobernador de Veracruz para que Javier Duarte de Ochoa meta las manos por él y, consecuentemente, termine quemado.

Duarte, un devoto de la imprudencia, la visceralidad encarnada, tuvo una reacción desproporcionada cuando el 9 de agosto estalló un artefacto explosivo en la Plaza Cívica de Tuxpan, a escasos metros del palacio municipal, que prendió las alarmas del duartismo ante la inevitable lectura del riesgo de vida en que se encuentra el favorito de la corte.

Ese día, el gobernador asumió el atentado como un agravio a su entrañable amigo y, por supuesto, a su investidura real como jefe de las instituciones veracruzanas. Amagó con tomar “medidas fuertes” y tácitamente convirtió el calentón explosivo al señor Silva, alias El Cisne, en tema de altísima prioridad para el régimen duartista.

Don Javier Duarte, que no se afana por amarrar su lengua cuando siente tocadas sus fibras sensibles, lanzó un rollo en cadena estatal, vía radio y televisión, digno de analisis no solo político sino también psicológico. Ofertó la fuerza del estado para combatir a la delincuencia y, palabras más, palabras menos, reveló que ahora sí aplicaría la ley, como era su obligación legal desde hace nueve meses, desde que ejerce el poder en Veracruz.

No le distingue a Javier Duarte la sapiencia del lenguaje entre líneas. No es diestro en el envío de mensajes cifrados a sus enemigos. Carece del tino para deslizar amagos, advertencias o amenazas de las que se puede dar lujo un gobernador. Por el contrario, burdo y raposo aplica la rudeza innecesaria, ya sea con constructores, dirigentes políticos o periodistas, a los que odia con odio jarocho.

Hay, sin embargo, elementos que denotan que El Cisne de Tuxpan, hablador como suele ser, le jaló los bigotes al crimen organizado y lo desafió abiertamente.

“No le temo a los capos ni a la delincuencia organizada, como tampoco la sociedad les teme”, dijo el 9 de marzo pasado Alberto Silva. Lo señaló así en el evento del Día de la Mujer, fecha en que reveló que la policía local quedaría en manos de la Marina Armada de México; que se contaría con equipo de vigilancia a través de cámaras de seguridad, un centro de comando, un cuerpo de élite de reacción inmediata, armamento y vehículos altamente sofisticados. Ex integrantes de la Marina ocuparían los espacios que dejarían los policías despedidos por no cubrir el perfil (El Expreso de Tuxpan).

Un mes y medio después, el 21 de julio, reveló al periodista Edgar Hernández estar amenazado de muerte:
—¿Usted ha recibido amenazas?

—Sí. De manera directa. Nosotros entregamos a siete policías coludidos con el crimen organizado. Pero tenemos que ir adelante. Es el momento que nuestra generación muestre que puede y sabe gobernar.

Cinco días más tarde, el 26 de abril, nuevamente Edgar Hernández, en su columna Línea Caliente, titulada Alberto Silva, citó el clima de violencia in crescendo sobre Tuxpan y el desafío que El Cisne le lanzaba al crimen organizado:

“Llama la atención la valentía, decisión y coraje del alcalde de Tuxpan, Alberto Silva Ramos, quien ante los embates y amenazas externas —llámese crimen organizado o quienes apuestan al tropiezo del dinámico munícipe por la vía violenta— no se arruga.

“ ‘Ni amenazas, ni ataques, nada absolutamente nada detendrá el orden, la seguridad y el crecimiento de Tuxpan. Nada me asusta y no les fallaré. Va mi vida en ello’, escribe en el Facebook, Alberto Silva Ramos, el hombre más cercano a Javier Duarte y responsable del municipio más cercano a Tamaulipas, donde de tiempo atrás se vive una guerra sin cuartel…

“Y donde la plaza está en poder de los narcotraficantes que, al momento de escribir estas líneas, se lanzaron a asalto de gasolinerías y tiendas comerciales en Tampico, con granadas y armas de alto poder”.

Edgar Hernández describe al Cisne Silva no sólo como el alcalde de Tuxpan sino como “quien decide los destinos de la región”, al que supuestamente no le tiembla la mano “y esté dispuesto a entregar su vida por su pueblo”.

Cuenta el columnista, respetadísimo en el medio, premio nacional de periodismo, la oleada de apoyo recibida por El Cisne de Tuxpan de parte de cibernautas y twitteros “de la región, del resto de la entidad y a nivel nacional que se han volcado en total respaldo a este temerario político ante las amenazas y ataques que ha sido objeto”.

El Cisne Silva, según la versión ofrecida por Edgar Hernández, recibió una camioneta blindada de manos del gobernador Javier Duarte de Ochoa, quien le recomendó que no dejara de tomar las precauciones del caso.

Cita el autor de Línea Caliente que la actitud echadora y bragada del alcalde de Tuxpan mucho recuerda al general revolucionario Alvaro Obregón, quien recomendaba: “enseñar al enemigo, de cuando en cuando, los güevos para que supieran quién manda”.

Alberto Silva vive, pues, con el alma en un hilo. Amagado, amenazado, quiso mostrarle, de cuando en cuando, los “güevos” al enemigo para que sepan quién manda. Les hizo encarcelar a siete policías coludidos con el narco. No imaginó que del otro lado también conocían el pasaje del general Alvaro Obregón. Y que también saben exhibir los “güevos” pa’ tantear al enemigo. De ahí el atentado explosivo del 9 de agosto en la Plaza Cívica, casi a las puertas del palacio municipal de Tuxpan, sede de su feudo.

Retador del narco y de sus capos, de los que suele mofarse en público y en privado, Alberto Silva mostró, sin embargo, pocos “güevos” cuando el 30 de julio pasado ocurrió otro atentado, cerca del mercado municipal de Tuxpan, sobre la calle Genaro Rodríguez, al que El Cisne disfrazó como una explosión de un transformador de luz, versión que el jefe de bomberos, Valente Casarrubias Chávez, echó por tierra al confirmar que se trató de un bombazo (Ver El Expreso de Tuxpan).

Hoy, disminuido, arrugado, El Cisne de Tuxpan cuenta un segundo aviso. Dicen los suyos que el ataque no viene del narco sino de sus enemigos políticos. Peor aún. Abre así más frentes en su meteórica carrera, inflado financiera y políticamente por el gobernador Javier Duarte.

Pitorrearse de las mafias —“no les temo a los capos ni a la delincuencia organizada”— tiene al Cisne de Tuxpan en una encrucijada de muerte. Tiene, también, al gobernador Duarte de Ochoa, su protector e impulsor, con el agua en el cuello.

Pobre Cisne. Eso le pasa por hablador.

Sus días, parece ser, están contados.

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